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LA CRÍTICA: ‘Finlandia’, el combate de dos verdades

La historia sin tapujos de un divorcio estremece al público xixonés en la obra de Pascal Rambert durante su presentación en el Jovellanos.

Por Pau González

Temblando. Así salieron de ‘Finlandia’ las personas que acudieron la noche del 21 de enero al Teatro Jovellanos.  Durante exactamente 82 minutos en el frío Helsinki, el público se estremeció ante el combate dialéctico de los protagonistas, que luchan por defender su verdad, en esta obra producida por Teatro La Abadía y Kamikaze Producciones.

El texto escrito y llevado a escena por Pascal Rambert narra la historia de un divorcio que sucede entre las cuatro paredes de una habitación. Un reloj despertador, siempre a la vista del espectador, sentencia con su tic-tac el paso del tiempo, a la vez que aumenta la tensión. El público se eriza en sus butacas ante una ficción que, en ocasiones, toca muy cerca de casa.

Durante 82 intensos minutos, asistimos a la hecatombe de un matrimonio – interpretado por Israel Elejade e Irene Escolar –, que durante el proceso de separación y lucha por la custodia de su hija, se escupe verdades a la cara. En medio de este fuego cruzado,  está en juicio también la historia de amor que una vez les unió. Discuten. Gritan. Combaten. Se enzarzan en una batalla en la que solo habrá perdedores. Rambert insiste en la fragmentación de la pareja haciendo rotar a sus protagonistas por la escena sin romper la simetría que los enfrenta como opuestos y rompe el escenario en dos planos. Los actores evitan cruzarse, así como sus versiones – sus verdades – tampoco están dispuestas a encontrarse en el punto común del entendimiento. El antagonismo está exhaustivamente presente, pero en ‘Finlandia’, no hay malos ni buenos ni perdices al final del cuento. Sí hay una moraleja: que la verdad de uno sea diferente a la del otro no convierte ninguna de las dos en mentira.

Imagen promocional de ‘Finlandia’ | Fotografía de Vanessa Rábade

Aunque la palabra es la principal arma arrojadiza en esta pieza teatral, Rambert juega constantemente con los contrastes:  en los ritmos, con Elejalde y Escolar lanzando ataques verbales como asaltos en un ring de boxeo; entre lo que se dice y el cómo se dice, llevando al terreno de la comedia este texto dramático; contraste, también, en las luces y las sombras. El diseño de iluminación de Yves Godín juega con todas las posibilidades de luz que ofrece la aséptica habitación de hotel, estirando la tensión del texto.

El propio Rambert apunta un contraste más, dos formas de entender la masculinidad y su papel en las relaciones románticas. “Es un ataque contra lo peor que lo masculino puede producir, lo peor de los celos, la paranoia, la amenaza invasiva, pero también es una forma tierna de amar a esos hombres perdidos ante la fuerte ola de lo que vienen a arrebatarles, afortunadamente, las mujeres”, explica el dramaturgo sobre su obra.

‘Finlandia’ es una obra viva, que cae diferente sobre la espalda del público según la mochila que arrastre cada uno y cada una. Cuenta una historia tan cotidiana que podría ser la de una amistad, un familiar o la propia. Rambert eleva la realidad a una ficción crítica a través de múltiples elementos – la palabra, la escenografía, la luz – que se tensionan con el paso de los minutos en el reloj.