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Bailar en la revolución con Patricia Simón

La reportera ha recorrido y narrado el mundo con la sensibilidad de una defensora de los derechos humanos: "las sociedades que creen que el futuro no es un lugar deseable son las que comenten atrocidades".

Por Redacción 12grados

Recién llegada de Ucrania, Patricia Simón (Estepona, 1983) se sienta en el Toma 3 de Xixón para compartir sus visiones sobre conflicto, activismo y derechos humanos dentro de las XVIII Jornadas Contra el Racismo y la Xenofobia. En las últimas semanas ha visitado las clínicas de vientres de alquiler ucranianas. Ha sido testigo de los esfuerzos de los paramédicos por salvar la vida de los soldados heridos y ha acompañado a los voluntarios hasta las casas de los que se niegan a convertirse en desplazados. No es la primera guerra que cubre Simón, que en veinte años de reportera ha contado las violaciones de los derechos humanos y retratado a sus defensoras en más de 25 países. Pese a todo, mantiene la esperanza porque, compartiendo terreno con las víctimas de la injusticia, ha aprendido que sin ella no habrá lugar a un futuro mejor.


Patricia Simón en Xixón

Durante la charla del Toma 3 mencionó que “hemos abandonado la cultura de paz”.

-En los años 90 y principios de este siglo había un movimiento muy potente que entendía que los conflictos se solucionan con negociaciones, se educaba en la cultura de paz. La crítica a los presupuestos militares de los estados desarrollados era evidente. Con la guerra de Ucrania todo ha cambiado. La OTAN estaba en un momento crítico y ha resurgido. La opinión pública está apoyando el aumento del gasto militar, cuando en realidad casi todos los conflictos se terminan con negociaciones de paz, hay muy pocos que se terminen con la victoria militar de uno de los dos bandos.

¿Los periodistas deberían posicionarse para fomentar esa cultura de paz?

-Desde el punto de vista periodístico no tenemos que posicionarnos a favor o en contra del envío de armas. Pero hay muchos medios que caen en “relatos de videojuegos”, poniendo el enfoque en la batalla y los avances militares. El enfoque hay que ponerlo en las víctimas. En los hombres que no quieren combatir, en los soldados cuando están heridos, en las personas que desde la retaguardia permitan la vida que son, normalmente, las mujeres. Si no hacemos esto, la ciudadanía no entiende realmente el sufrimiento que causa una guerra.

Defiende contar el mundo poniendo el foco en los derechos humanos. En 2010 cofundó el proyecto periodismohumano.com para hacer esto mismo, ¿por qué se terminó?

-Por el dinero. En aquel momento no se publicaban contenidos con ese enfoque porque se entendía que no interesaban a la ciudadanía. Entonces montamos Periodismo Humano, un medio sin ánimo de lucro que se mantenía con suscripciones. Duró algo más de tres años y el problema fue que nosotros somo periodistas, no sabíamos de gestión empresarial. Nos volcamos en generar contenidos y hacer posible su publicación, pero sin tener suficientes ingresos. Además, en ese momento empezaron a sentirse los efectos más fuertes de la crisis del 2008 y nos quedamos sin fondos. Pero yo creo que cumplió su función, que era mostrar que ese periodismo sí interesaba.

La periodista durante una cobertura en la plaza de Maidán (Ucrania)

Desde entonces han surgido medios alternativos como Píkara, Revista 5W o El Salto, pero todos sufren por sobrevivir económicamente. ¿Es imposible hacer un periodismo comprometido y sostenible?

-La cuestión es que ni Prisa, ni El Mundo son sostenibles tampoco. Son medios muy potentes, pero deficitarios. Como en su accionariado están la gran banca y grandes empresas, su dirección tiene interés en que se mantengan, aunque no aporten beneficios o incluso con deuda. El periodismo raramente es sostenible económicamente. Creo que ahora la ciudadanía se está acostumbrando a pagar por el periodismo, pero una sociedad tan precaria como la española no se va a poder pagar más de una o dos suscripciones. Los lectores irán eligiendo a quién quieren dar su dinero y muchos medios complementarios entre sí desaparecerán. Vamos a estar continuamente en este proceso de transformación. Pero estar buscando la sostenibilidad de medios pequeños es agotador y muchos acaban yéndose a medios tradicionales o a otra cosa.

¿Por qué se enamoró del periodismo?

-En primero de EGB mi profesora de religión, aunque soy atea, era la delegada de EFE en mi pueblo, Estepona. En la corrección me puso: “escribes muy bien deberías de ser periodista”. Y aquello me lo tomé como un mandato.

“Siempre he tenido muy presente que muchas mujeres eran infelices con la vida que llevaban. Me interesaba entender qué había pasado en esas vidas para que se torciesen.”

En el Toma 3 habló de la importancia de escuchar los testimonios que tenemos cerca. ¿Cuál fue el primero que despertó su curiosidad?

-Mi familia siempre decía que yo no tuve infancia, que siempre fui muy mayor. Escribía desde muy chica y era muy oyente del entorno. Siempre he tenido muy presente que muchas mujeres eran infelices con la vida que llevaban. Normalmente por ser mujer y por los hombres que las acompañaban. Me interesaba entender qué había pasado en esas vidas para que se torciesen tanto. Hay testimonios muy cercanos a mí que ya me hicieron entender lo importante que era escuchar.

Ya tenía vocación mucho antes de entrar en la universidad. Una encuesta reciente mostró que los graduados de Periodismo son los que más arrepienten de estudiar su carrera. ¿Usted se arrepiente?

-Para mí la carrera fue un tiempo muy bonito de amistades y muy perdido académicamente. Ahora mismo no volvería a estudiar Periodismo. Estudiaría una Filosofía, Derecho o Economía y después haría un master de Periodismo. En tercero hice un Erasmus en Ciencias Políticas en Lyon y aquello fue la constatación de que había perdido tres años de mi vida en términos académicos. La carrera de Periodismo era una máquina de matar la vocación y sin carga ética ninguna. Muchos profesores nos decían: “no penséis que vas a cambiar el mundo, vais a acabar dentro de la maquinaria”. Y luego, yo tuve mucha suerte porque en segundo empecé a trabajar en un programa de Canal Sur en el que se hacían las cosas bien, pero veía como mis compañeros empezaban sus prácticas en medios en los que les explotaban. Así que, cuando llegábamos a la asignatura de Ética en el cuarto año, todo el mundo se la tomaba como “la maría”.

Precisamente la ética periodística es cada vez más urgente entre torrentes de fake news y proliferación de discursos de odio. ¿Cómo se pueden contar estas realidades sin convertirse en parte del problema?

-Confío mucho en la inteligencia del lector y la lectora. Creo que su interés hará que discierna si lo que escribo es algo criticable. Lo que me parece importante es, al entrevistar a quienes defienden ciertas ideas, contextualizarlo bien. Si lo que expresan es falso hay que desmontarlo o buscar los intereses detrás de la propagación de esas ideas. Pero, normalmente, ocurre al revés. Por ejemplo, cuando VOX comienza a ganar muchos votantes es por lo que sucedió en los medios durante el verano de 2018, tal y como expresa Pedro Vallín en su libro ‘C3PO en la corte del rey Felipe’. Repiten en bucle las llegadas de las pateras alimentando la idea entre la población de que “vamos a ser invadidos” y empiezan a dar voz a discursos ultranacionalistas, fascistas y racistas. En ese verano, se crea el sustrato para que luego vengan los políticos y lo aprovechen. Esas ideas hay que ponerlas en contexto. Si lo sacas sin explicar estás legitimando su discurso, aunque sea falso.

Patricia Simón firma ejemplares de su ensayo ‘Miedo’ en el Toma 3.

¿Y cómo se escribe ese contexto?

-Es fundamental salir de las categorías cerradas, no se corresponden con la realidad. Como periodistas tenemos que aspirar a recoger la complejidad del mundo porque es la única forma en la que podemos romper con la polarización y con la crispación. Eso nos hace ser más comprensivos con los que no entendemos. En Colombia, entrevistando a paramilitares y guerrilleros, aprendí que en la pobreza todos son víctimas y también pueden ser verdugos. En Mali o en Mozambique entendí que muchos de los chicos que terminan siendo yihadistas podrían haber sido desplazados. En la mayoría no es que haya una radicalización ideológica, si no que buscan la protección que les da la pertenencia ese grupo y los recursos que les ofrecen. Es como una salida laboral. Eso no borra ni minimiza el daño que provocan a sus víctimas, pero nos permite entender un mundo muy desigual que cada vez es más violento.

Ha hecho muchos reportajes en las que las protagonistas son las mujeres. ¿Qué es el periodismo con enfoque feminista?

-Una cosa que detesto es que se hable de “colectivos vulnerables”. Ni las mujeres, ni las personas racializadas somo más vulnerables. Lo que sucede es que el sistema genera condicionantes y nos pone en situación de vulnerabilidad. Identificar esos condicionantes que nos dan una posición más comprometida e identificar quién se lucra o es responsable de ello, es feminismo.

«Me parece fundamental recordar que los últimos 10 años quizás han sido devastadores, pero si miramos los últimos 50, ha habido muchos avances.»

Ha visto el horror en la guerra y en conflictos por todo el mundo. Sin embargo, afirma que hay que bailar en la revolución y disfrutar del activismo. ¿Por qué mantiene el optimismo?

-Por rigor histórico. Para la mayoría de la población vivimos en el mejor de los tiempos posibles. Para mujeres, racializados, colectivo LGTBIQ… Es el mejor momento histórico, aún con la crisis climática como el gran condicionante de la actualidad. Las sociedades que creen que el futuro no es un lugar deseable son las que comenten atrocidades como el Holocausto. Los años 30 estaban en el mismo estado de ánimo que estamos ahora y por eso creció el nazismo. Me parece fundamental recordar que los ultimo diez años quizás han sido devastadores, pero si miramos los últimos cincuenta, ha habido muchos avances. Y por último, también creo que hay que darles aire a los lectores. Necesitamos esperanza.


El trabajo de Patricia Simón