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«De aquí yo no me voy»

De las campesinas sin tierra brasileñas a las desplazadas saharauis, la Biblioteca de Jovellanos acogió un encuentro de mujeres que protagonizan luchas de alto riesgo y advierten del peligro que puede enfrentar una Asturies que cada día pierde habitantes.

Por Redacción 12grados

El pasado viernes 4 de noviembre llegaron a Xixón mujeres de todo el mundo para juntarse en un encuentro, o alcuentru, en la Biblioteca Jovellanos. Campesinas, indígenas y quilombolas (mujeres afrodescendientes) de Brasil que se enfrentan a la deforestación amazónica y a las políticas racistas y el machismo. Cantoras colombianas que utilizan sus voces para cantar por los familiares desaparecidos forzosamente en operaciones extrajudiciales. Hondureñas condenadas al exilio por oponerse a los proyectos mineros que expolian su territorio. Palestinas y saharauis que encabezan la resistencia a los invasores de sus tierras. Mujeres que viven en territorios hostiles y luchan para que los y las que vengan detrás de ellas puedan dejar de hacerlo.

«Qué a pesar de lo que pase, yo no la pueda olvidar, olvidar, olvidar. Amo tanto mi terruño, el viento alivia el dolor, Dios me da la fortaleza y de aquí yo no me voy…» así cantó el coro colombiano Cantoras de la Esperanza y Paz de Tumaco que inauguró el alcuentru de muyeres ‘Alto Riesgo: Mujeres en primera línea de defensa del territorio y la vida‘. Las colombianas recurren a sus músicas ancestrales como una forma de activismo, pero también, según explicaron, de conectar con el territorio, con sus tradiciones y sus raíces, «una forma de sanación» y «mantener vivo el espíritu de las víctimas». En definitiva, estas incansables activistas luchan por recuperar la memoria para que los y las desaparecidas no sean olvidadas.

Las Cantoras de Esperanza y Paz hacen su presentación.

El encuentro fue organizado por Soldepaz-Pachakuti una asociación internacional que surgió hace más de dos décadas en Asturies para conectar a mujeres del mundo que cada día de sus vidas buscan la paz en su territorio. Para compartir experiencias y apoyarse en la lucha. La primera jornada, aquella que inauguraron las Cantoras, versó sobre la defensa del territorio en Latinoamérica y contó con las intervenciones de la nicaragüense Yerling Aguilera que pertenece a la Articulación de Movimientos Sociales de su país que reclaman la instauración de la democracia; la chilena Alejadra Flores, mujer aymara y miembro de la asociación nacional de mujeres indígenas, ANAMURI; y la brasileña Janaina Stronzake cooperativista, historiadora y miembro del Movimento Sem Terra (MST).


Alejandra Flores, Yerling Aguilera, Janaína Stronzake y Karelis Contreras en las jornadas Luchas de Alto Riesgo.

Stronzake pertenece al MST casi antes de que este se fundara. Es la séptima de ocho hermanos y el año de su nacimiento su familia quedó desahuciada de lo que había sido su finca. A finales de los 70 en Brasil comenzó la llamada ‘revolución verde’ una introducción de la tecnología en los cultivos para aumentar la producción del campo que, sin embargo, supuso la llegada de los grandes propietariores del campo y el desahucio de las familias campesinas como la de Stronzake. Obligados a migrar a las ciudades, comenzaron a ocupar las favelas y a engrosar la masas bóias-frias término utilizado en Brasil para determinar a los trabajadores pobres que preparaban su comida por la mañana y se la comían fría, fuera de casa, a la hora del almuerzo.

En enero de 1984 se juntaron por primera vez los trabajadores rurales que perdieron sus tierras, condenados al exilio permanente dentro de su propio país. Nacía el Movimento de Trabalhadores Sem Terra. “Luchamos por reconquistar la tierra, por hacer la reforma agraria y por contribuir en una transformación social que mejore la vida de todas las personas”, explica Stronzake. Desde la década de los 60 miles de familias se habían sido desplazadas por la revolución agrícola y en 1984 llegó la gota que colmó el vaso: 60.000 familias fueron desalojadas por la construcción de la gran presa hidroeléctrica de Itaipú, al sur de Brasil. De norte a sur, de este a oeste, las familias se juntaron con un mismo objetivo, volver a la tierra.

“Ocupando y siendo desalojados, ocupando y siendo desalojados”, así relata la brasileña el método que utilizan para volver a recuperar sus tierras. Repetitivo, insistente e incansable. “Si no hay ningún tipo de presión concreta sobre los poderes establecidos del Estado o los poderes económicos, no nos movemos en dirección a derechos reales”, defiende Stronzake alegando que la ocupación es una herramienta muy importante para llegar a la reforma agraria. Hasta que no empezaron a ocupar latifundios la gente en Brasil no empezó a darse cuenta de la situación real del campesinado y de la hambruna que alcanzaba el 40% en el país. “Arriesgamos nuestra vida por esta tierra, la policía ha matado a mucha de nuestra gente”, cuenta, por eso la ocupación es una lucha de alto riesgo.


Janaína Stronzake, miembro del Movimiento Sin Tierra de Brasil

En los años 90 empezó a utilizarse el término: agronegocio y viene de la mano de una modernización masiva del campo. Para Stronzake este trae “una agricultura sin campesinos, un ambiente artificial no natural y un fin de muchas formas de vida que hay en la naturaleza”. Este método de agricultura no solo ha despojado a los campesinos del trabajo sino que tiene un gran impacto medioambiental. Pero las raíces del problema agrícola son muy profundas, según denuncia el MST, en los latifundios entran en juego todos los poderes del país. “La asociación que existe en Brasil de agronegocio no solo está compuesta por grandes terratenientes, sino que también hay medios de comunicación como la red Globo, el banco Santander o aseguradoras y consultorías”, asegura Janaína. En esos grandes latifundios las ONGs denuncian que todavía existe la esclavitud, jóvenes que migran de sus pueblos pobres con una promesa de trabajo y dinero y terminan encerrados en una enorme fazenda en condiciones inhumanas.

Frente al agronegocio, la agroecología, un movimiento que informa de maneras sostenibles de producir y busca como mantener el equilibrio natural para preservar todas las formas de vida que se necesitan para lograr este equilibrio. El equilibrio del medio es muy importante para Stronzake. “Producimos para 12 o 13 millones de personas y somos casi 8 millones, tenemos un tercio de comida que se desperdicia”, se indigna la activista. Para ella uno de los factores que afectan al hambre en el mundo es que la riqueza producida en los países más pobres del planeta se consume en los más ricos, mientras los primeros han de quedarse con las sobras y los productos de peor calidad.

Stronzake es clara, si no protegemos el medioambiente,» vamos a desaparecer de la tierra como especie humana». El MST no solo quiere recuperar sus tierras y acabar con el trabajo esclavo que aun a día de hoy se da en los grandes latifundios brasileños, confían en que si los campesinos recuperan sus cultivos producirán de forma más sostenible, porque conocen la importancia de cuidar la tierra que les da de comer y vivir. La alianza de poderes con intereses en deforestar el Amazonas, desde la industria maderera a la alimentaria, cogió fuerza durante el gobierno de Bolsonaro, un presidente abiertamente negacionista del cambio climático que no ha dudado en permitir entrar las taladoras en zonas protegidas de la selva. Solo en su primer año de mandato se destruyeron 3000 kilómetros cuadrados de selva.

La brasileña reconoce y agradece la labor que hace la organización Soldepaz-Pachakuti promoviendo la cooperación y el intercambio con organizaciones de Centroamérica y del sur como Brasil y el MST. Y es muy importante la labor que hace dando visibilidad a estas voces en la ciudad de Xixón. Janaina Stronzake tiene una buena relación de amor con Asturies, tanto que su marido es paisano de esta tierra. Hija de una tierra que tuvo que abandonar desde niña observa el movimiento de despoblación asturiana con angustia y espera “esta comunidad deje de perder población, recupere su espacio rural, su territorio campesino y que nunca llegue el momento que falten les fabes para hacer una fabada asturiana”.