12grados

Sin cookies. Sin anuncios. Sin coste.

Emerxentes con Marta López: «La fotografía me ha ayudado a poder comunicarme con el mundo»

La fotógrafa avilesina presenta su nuevo proyecto fotográfico, 'Güela', acompañado de su primer cortometraje dedicado a su abuela.

Por Ana Ibarz

Como mejor se comunica Marta López (Avilés, 2004) es con imágenes; especialmente con las que captura a través de su cámara. Su lengua materna es la de signos y su lenguaje preferido la fotografía. Una pasión desmedida que se refleja en su mirada, la que ofrece a través de sus retratos. Cada fotografía es una historia, una opinión o una posición impresa en cada ángulo, perspectiva o luz que utiliza Marta con total intención.

Quedo con ella en El Calendoscopio, en pleno casco histórico de Avilés. No nos conocemos, pero no tardo en reconocerla: lleva su cámara en la mano y parece no despegarse nunca de ella. Aprovechamos que la lluvia da una tregua y el día está despejado para hacer primero las fotos, una manera de romper el hielo. Pronto me doy cuenta que Marta se siente mucho más cómoda mirando a través del visor que colocándose frente a una cámara. Y aunque se define como introvertida, tras cuatro disparos, la conversación fluye con naturalidad. 

Marta creció observando a su padre llevar siempre una cámara encima. Cuando tuvo la suficiente fuerza para apretar el disparador, con tres años, quiso imitarlo. Desde entonces, casi no ha vuelto a soltarla. De sus padres no solo heredó la pasión por la fotografía, sino también una discapacidad auditiva que ha marcado su forma de relacionarse y de percibir este arte. «Me ha ayudado a poder comunicarme con el mundo», admite.

La fotografía ocupa gran parte de su vida y de las horas de su día. El único momento en el se mantiene alejada de su cámara es cuando trabaja y cuando duerme, claro. El resto del tiempo mira vídeos de YouTube relacionados con la técnica, lee libros, como los del director de fotografía Stanley Kubrick o practica la edición. «Viendo muchas pelis o estudiando directores de foto, voy encontrando habilidades o características de cada uno y las voy haciendo mías, adaptándolas», explica Marta. Aunque no cuenta con una formación académica convencional, su bagaje se basa en la práctica constante, la curiosidad y la observación de artistas que le inspiran.

Marta López junto a sus fotografías en la II Muestra de Arte del Milán | Nay Semeya

Marta está en una etapa de experimentación. Aún es muy joven para haber consolidado un estilo propio, pero quienes la conocen ya empiezan a identificar sus fotos por el modo en que encuadra, compone y edita. Lo que sí tiene claro es que su trabajo se orienta hacia lo documental, es su manera de contar historias. Su fotografía es subjetiva, y en sus perspectivas y posición se refleja su mirada y su interpretación del mundo, siempre desde el respeto. “Cuento historias y quiero ser lo más neutra posible, pero haciendo la foto tal como la hago se nota mi opinión”, aclara.

La incomodidad es uno de los ingredientes principales que busca servir con sus fotografías: provocar a través de texturas ásperas, ángulos inusuales y contrastes agresivos.  A menudo, elige retratar aquello que rompe con la armonía clásica de la imagen, para evocar lo contrario y “que la gente vea lo que no quiere ver”. Tal vez por eso algunas de sus series se adentran en escenarios eclesiásticos como las procesiones o la Semana Santa. Aunque se autodefine como atea, estos son espacios cargados de simbolismo y ritual donde ella tiene una mirada externa y distante.

Procesión Semana Santa en Baltanás | Marta López

La cámara funciona para Marta como una excusa, un pase que le permite acceder a lugares –físicos o metafóricos– que de otro modo no se atrevería a explorar. Es también una forma de dejar la timidez a un lado y documentar lo que le crea curiosidad. “Siempre he sido una persona muy tímida e introvertida, pero la excusa de que quiero hacer la foto es lo que me empuja a acercarme a esa persona, tener que dar conversación y ganarme su confianza”, porque para ella, conseguir hacer la foto que quiere pesa más que su vergüenza.

Pero no todo en la obra de Marta es incomodidad. Otro espacio muy importante lo cede a la memoria y el arraigo. A encapsular recuerdos. La muestra son sus galerías dedicadas al pueblo de su abuela –Baltanás, en la provincia de Palencia–, a sus viajes o a su proyecto más especial Güela. En esta serie, la protagonista es su abuela, retratada en su cotidianidad como una forma de preservar su memoria. “Necesito tenerlo porque en algún momento voy a dejar de verlo”, explica Marta, consciente del valor simbólico y documental de cada imagen.

Güela no es solo una serie de fotografías, el proyecto también incluye un cortometraje que combina imágenes fijas y vídeos de la abuela, Mercedes. Su rostro no se ve con claridad en ninguno de los planos, una metáfora de lo que es la memoria: borrosa, parcial y que elude detalles con el tiempo. El hilo conductor es una conversación entre abuela y nieta, durante la que Mercedes reflexiona sobre su vida y la importancia del amor en todas sus formas. 

Con este nuevo proyecto fotográfico y su primera incursión en lo audiovisual, Marta tendrá la oportunidad de exponer en Baltanás, su pueblo. También le gustaría hacerlo en Asturies, aunque algunas experiencias le han hecho sentir que ser joven juega en su contra. Es incoherente, dice Marta, que desde las instituciones se promueva la participación de la juventud, pero que en la práctica no se den las oportunidades necesarias. Esto le ha generado cierto desencanto. Aunque en su futuro ideal se imagina viviendo siempre en Asturies, empieza a asumir que, si quiere dedicarse profesionalmente a la fotografía, tal vez tendrá que marcharse.

Aun así, está acostumbrada a encontrarse piedras en el camino y a apartarlas. Su discapacidad auditiva le ha enseñado a hacerlo desde niña. Desde las limitaciones en el aula por la falta de recursos accesibles, hasta la infantilización o la condescendencia, que la traten de heroína por ser sorda y hacer fotos. Pero ha aprendido a hacerse oír: “No me gusta tener que imponerme, pero es la única forma de que te escuchen”.

Si hay barreras en su trabajo, desde luego no las pone ella. Está claro que en el mundo de la fotografía no importa cuánto escuches, sino cómo mires. «Soy sorda, pero veo perfectamente, tengo todos los dedos para hacer fotos». No quiere que la valoren más por hacer lo mismo que hacen sus compañeros o compañeras. No quiere que la pongan en el foco por ser una fotógrafa sorda, por eso a veces es reticente a mencionarlo. Lo que necesita es que dejen de compadecerla y empiecen a tomarla en serio. Porque lo que está haciendo, se lo está currando. Y mucho.


¿Te gustaría conocer más artistas emerxentes?