Una tarde haciendo ollies en Avilés con el skate en los pies y en los oídos, la guitarra de John Frusciante vibrando al máximo volumen. Jugar a ser Led Zeppelin con un grupo de amigos en un local. El primer festival dejando las cuerdas vocales y las rodillas en la pista. El día en que decidió volver a tocar la guitarra y se atrevió a subir un vídeo a Instagram después de 10 años sin estar en las redes. Y el que comenzó a escribir canciones para desahogar todos los malestares acumulados en la resaca pandémica.
Los recuerdos atraviesan a Berto mientras se dispone a liderar por primera vez a Los Acebos en concierto sobre las tablas de un gran escenario, en el Salinas Long Board Festival. En medio del tema más cargado de crítica social, ‘Cuchillos’, le entra la risa mientras observa un montón de caras conocidas entre el público. «Fue como un psicólogo por diez», recuerda ahora un año después.
La salud mental es uno de los temas que más preocupa al cantante y guitarrista Alberto Rodríguez, al que todos le dicen Berto. Los ocho temas que integran el primer disco de la banda, ‘Puntos de Vista’, nacieron para no ser escuchados fruto de la crisis existencial que atravesaba su autor durante la COVID: «Necesitaba hacer algo más que emular las canciones y empecé a componer». Berto volvió a juntarse con amigos a hacer música y rasgar las guitarras como hacían sus bandas favoritas de rock pero, esta vez, con sus propias creaciones. Los Acebos comenzaron a tomar forma en la finca, del mismo nombre, donde ensayaban.
«Iba a ser una banda de amigos», confiesa, «y yo no iba a cantar», pero el destino —aunque Berto no cree demasiado en él— tenía otros planes. El único integrante que aún sigue en Los Acebos desde aquel proyecto de banda es el baterista, Guillermo Barrera, profesor de día, músico el resto del tiempo. El siguiente fue el guitarrista Sebastián Miniño, que llegó desde México y de la forma más inesperada. «Empecé a dejar mensajes en Facebook y en todas partes diciendo que quería montar una banda y un día me llamó Sebas. Le dije que viniera a probar ese mismo día», cuenta. La química fue instantánea y desde entonces forma parte indispensable de la banda aportando carisma en cada solo de guitarra que improvisa en los escenarios. A día de hoy, ninguno recuerda a ciencia cierta dónde encontró Sebas el anuncio de Berto.
Los Acebos
Después de muchas idas y venidas, de que Berto se lanzara a cantar al perder al que iba a ser el frontman de la banda, de que pasaran amigos a los que la vida y el trabajo atravesaban alejándoles de la música, dieron con el último y más joven integrante de la banda, el bajista Óscar Rivas. El puzle encajó por fin y cuando Berto estaba a punto de dejar la música se abrió la primera puerta: el festival de PortAmérica (Galicia). Después fueron seleccionados por el programa de emprendimiento musical de la Fundación Paideia Galiza. Las salas de conciertos cada vez se llenaban más rápido. El ritmo de Los Acebos empezó a acelerarse.
«Teníamos unas horas de estudio y producción con Juan de Dios y teníamos que aprovecharlas». Esas horas formaban parte del programa de la fundación gallega cuyo apoyo ha sido fundamental para este y otros muchos proyectos. Era su oportunidad y tenía que cogerla, así que el avilesino volcó todas las emociones del momento en los seis temas que pasarían a formar su último álbum, con un nombre muy descriptivo: ‘Esclavos de la Intensidad’.
Óscar Rivas
«En un mes se compuso y se grabó el disco entero», enfatiza. Un mes que dio como resultado un EP redondo que supone un salto de calidad desde ‘Puntos de Vista’. Las guitarras se alejan de la imitación de los ídolos para tomar un carácter propio y las letras abandonan el tono «lúgubre», en palabras de Berto, de sus primeros temas. Un EP que en sus primeras semanas de vida ya les ha conseguido un pase para las semifinales del MadCool, un concierto en Radio3 y un show en el Vibra Mahou de Xixón junto a nombres tan relevantes de la música española como Zahara y Barry B.
Sebastián Miniño
Las puertas de la complicadísima industria musical parecen estar empezando a abrir una rendija para Los Acebos. Berto lo tiene claro, es hora de trabajar y aprovechar el momento, sin dejar de vigilarse a uno mismo. «Muchas veces no se habla de la salud mental de los artistas. Es un nivel de exigencia muy alto. Del que no se dedica a ella para intentar dedicarse y del que se dedica para poder mantenerse», reflexiona. Como buen «esclavo de la intensidad» es consciente de que va a darlo todo para vivir de la música. «Me entrego en todo lo que hago. Ahora podría darme por hacer ganchillo y me engancharía hasta convertirme en el próximo Zara», bromea. De momento le ha dado por la música.