Lista de la compra:
Dos barras de pan, medio kilo de tomates, trescientos gramos de jamón… y el periódico, que no se me olvide. Y de camino tengo que comprar botones para aquella camisa. ¿Me falta algo?.
En el barrio de La Camocha, en la parroquia xixonesa de Vega, la cesta podría llenarse entera en un solo lugar y con artículos de proximidad: el Mercado Municipal. El mercado de toda la vida, en el que trabajan las vecinas y vecinos del mismo barrio. Frente a la amplia oferta de las grandes superficies, todavía hay quien prefiere completar sus recados acudiendo donde además de calidad, encuentran calidez.
Cajas llenas de frutas con colores vibrantes, amontonadas unas encima de otras. Carnes y pescados para preparar al gusto, golosinas en cajas que parecen poner tener fondo, quesos para saborear Asturies, chocolates de diversas formas y rellenos, cremas de licor haciendo pilas de elección infinita. Dependientes y dependientas que con una sonrisa te preguntan por las últimas novedades de tu vida. Pasillos llenos de estímulos visuales, olores y conversaciones matutinas entre vecinos y vecinas. La imagen propia de cualquier mercado se ve interrumpida por el gris de los puestos vacíos y las cortinas echadas. El Mercado Municipal de la Camocha persiste a la envestidas del consumismo radical y lucha por volver a teñirse de vida. Para apurar este avance el el Ayuntamiento ha sacado a licitación siete de estos puestos que quedaron sin ocupar en la última convocatoria. Las presentaciones podrán hacerse hasta el próximo 10 de marzo.
Entrada al Mercado Municipal de la Camocha | Marcos Fernández
Actualmente, son seis los negocios operativos en el Mercado Municipal de la Camocha. Cuatro exteriores: dos kioskos, una mercería y Correos; y solo dos interiores, ambos de alimentación. Una de estas tiendas de ultramarinos pertenece a Cristina Trabanco. Lleva con su puesto seis años y no recuerda haber visto nunca más de cuatro negocios abiertos simultáneamente dentro del recinto. «Antes había también una carnicería y una tienda de muñecas, pero terminaron cerrando», recapitula. Agradece a su clientela no haber tenido que correr el mismo destino. «El perfil de comprador es de persona mayor, aunque desde la pandemia hay más variedad», comenta. Trabanco cree que en la pelea contra las grandes superficies debe pesar la tradición y espera que en un futuro cercano, el lugar deje de sentirse tan abandonado y haya más diversidad de locales para que la gente venga y compre allí «todo lo que necesite de una tacada».
Una de sus clientas más fieles es Susana Fernández. Vecina de la Camocha por más de veintidós años va a comprar a la tienda de Cristina todos los días. Sus motivos, sencillos pero poderosos: «La dependienta es muy agradable y el producto, muy bueno». Además, concuerda con la tendera y cree que de llenarse el espacio con más negocios, tales como una pescadería o una carnicería, daría más valor y vida al lugar. Sea como sea, Susana tiene claro que «primero de todo hay que apoyar al pequeño comercio». Una conciencia de clase que comparte con más allegados: «Al final somos conocidos y la gente de aquí elige venir a comprar a la plaza». Una plaza accesible y situada en pleno centro del barrio, una ubicación ideal para este mercado que es el único municipal que hay fuera del perímetro urbano de Xixón.
Cristina Trabanco, atendiendo a Susana Fernández | Marcos Fernández
«Necesitamos que se aproveche ya este espacio y que así esto y el barrio gane más vida», pide Kiko Montañés, uno de los encargados de la otra tienda de alimentación que sobrevive en el edificio. En su memoria están los recuerdos de infancia de un mercado en pleno apogeo. «Hace unos veinticinco años, cuando venías esto estaba lleno», rememora. Ahora es él quien trabaja en el mismo espacio, aunque con un panorama distinto. En una pizarra, colocada en el mostrador sobre botes de caldo casero, se puede leer la frase: «Que tengas un buen día». Un detalle que puede parecer anecdótico, pero que también suma a la hora de transmitir ese sentimiento de proximidad por el que muchos escogen consumir en el comercio tradicional antes que en cualquier supermercado. «Por cercanía y por la calidad del producto», confirma Montañés, sus clientes siguen confiando en él día a día
Kike Montañés espera en su puesto la llegada de clientes | Marcos Fernández
Julio César Fernández regenta uno de los quioscos en los exteriores del mercado desde hace más de 36 años, por lo que vivió su época dorada. Lleva un negocio familiar de tres generaciones. Recuerda todas las recientes intervenciones del Ayuntamiento, incluyendo la última licitación de puestos, la cual quedó desierta. «La renta que piden no es muy alta, no sé si será que la gente no se anima o es que no lo promocionan demasiado», plantea dubitativo. Sí critica enérgicamente los problemas que ofrece la administración pública a la hora de renovar. «Nos pidieron sacar un seguro propio siendo su espacio y luego tuvimos que dar muchas vueltas para que les encajaran las pólizas. Hubo un momento que me vi fuera después de casi cuarenta años«, confiesa mientras sopesa que estas trabas administrativas puedan ser las causantes de que el Mercado no esté a pleno rendimiento.
Julio César Fernández, en su kiosko | Marcos Fernández
Los espacios vacíos contagian al resto de puestos. Cuanta más diversidad comercial de productos frescos, textiles, domésticos o artesanales haya en el recinto, más personas se concentrarán unificando su compra en el mercado, aumentando el beneficio para todos. Esa es la idea que tiene Yolanda González, que con su marido lleva el quiosco que se encuentra en la cara opuesta del edificio respecto al de su compañero de profesión. «Hecho en falta aquí cosas básicas como una pescadería o una carnicería. Hemos pasado de tener varias a no tener ninguna. Al final para comprar esos productos te tienes que ir al supermercado más cercano y yo particularmente lo noto», se queja Yolanda.
Yolanda González ordena una estantería de su negocio | Marcos Fernández
Pese a que cuenta con los clientes habituales que mantienen vivo su establecimiento, su nivel de ventas ha bajado considerablemente en los últimos años, por eso considera que la participación de un vecindario unido es fundamental para cambiar la dinámica. «Somos un poblado que está en crecimiento y no se nota en el volumen de compra». Al consistorio, por otra parte, le pide que rebaje la dificultad de las condiciones de entrada para solventar la ‘desertificación’ del mercado. «Al iniciar un negocio ya tienes que poner una inversión económica grande. Si encima le complicas las cosas a la hora de presentar el proyecto, la gente termina desanimándose», protesta.
Fila de puestos cerrados dentro del Mercado | Marcos Fernández
«Es un mercado que debería funcionar», reflexiona Julio César Fernández mientras le vende un paquete de chicles a un joven. «Está en el corazón del pueblo, junto a dos zonas verdes», continúa. «Esperemos que haya gente que ocupe esos puestos, ya se hablaba de alguna cosa por ahí», revela. Los rumores que corren por el complejo dejan entrever que es probable que se monte una pescadería en uno de los huecos. Otros han oído que igual ponen máquinas expendedoras en la zona. Aún no habría nada confirmado, y es que el plazo para presentar las propuestas se prolongará hasta el 10 de marzo. El Mercado de la Camocha aún alberga vida y espera que esta sea su oportunidad para ganar más público. Porque sus profesionales regalan en cada compra un trato familiar que ningún súper puede ofrecer. Y porque el vecindario se niega a dejar a su comercio local, vendido.