Elise Florentino (Santo Domingo, 1998) como cualquier niña fantaseó con ser forense, influenciada por series de televisión como CSI, también su fervor reivindicativo y espíritu crítico le llevaron a considerar las Ciencias Políticas como camino posible. Pero fue a los 17 años cuando descubrió que su verdadera vocación era el arte, una práctica que le hacía feliz y a lo que quería dedicarse para siempre. Comenzó su formación en Grabado e Ilustración en la Escuela de Arte de Oviedo y más tarde regresó a su ciudad natal para estudiar Bellas Artes, aunque Uviéu ha sido el lugar que la vio crecer. La introspección mueve su hacer artístico y su obra se caracteriza por una particular forma de convertir en imágenes sus propias emociones. Para ello, se empapa de cualquier texto o película que refuerce su estado anímico, algo que le lleva a crear sus propios paisajes emocionales. Una propuesta radicalmente honesta y vulnerable que no deja indiferente. Una obra que puede incomodar a quienes ya trabajan mucho en su interior pero, a la vez, tiene la capacidad de reconfortar, de mostrar que nadie está solo en el dolor. Este mes, la artista ha inaugurado su primera exposición individual, ‘Zona de Contacto’ en el espacio Pablo De Lillo (Uviéu), un espacio donde se enfrenta su yo físico y su yo mental.

Elise Florentino en su exposición ‘Zona de Contacto’ | Ana Ibarz
—¿Dedicarte al arte era tu primera opción?
—Mi primer foco fue dedicarme a hacer cómics. Me gusta reírme, crear personajes y ser irónica. Tenía bastante claro que quería ser ilustradora, aunque no entré en ilustración de primeras, sino en grabado, donde aprendí diferentes técnicas de dibujo que utilizo a día de hoy y luego fui a ilustración. Después estudié Bellas Artes y me especialicé en dibujo contemporáneo que es a lo que me dedico ahora. Sin embargo, no dejo de lado nunca el tema del cómic, la ilustración y de los personajes porque fue algo super importante en mi vida, que no se va y me sigue saliendo de forma natural cuando me agobio de hacer dibujos de gran formato, me libera mucha carga emocional.
—¿Cómo es introducirse en el mundo del arte?
—Mi trayectoria artística es intensa y para la edad que tengo he hecho muchas cosas, pero creo que realmente es comparable a la gente de mi edad en 2025. Estamos todos muy motivados en mover nuestra obra, enseñar lo que hacemos y tenemos más facilidad que la gente de otros años. Yo tuve claro desde los 17 años que quería dedicarme a esto y no he parado hasta conseguir cosas. Poco a poco voy probando y haciendo cosas con la calma. Soy joven y tengo mucho que explorar, tengo prisa porque me gustaría tener mi vida, vivir del arte e irme de casa como todos, pero también entiendo que hay cosas que salen de mi control y no puedo gestionar, disfruto del proceso.
—Hablas de una mayor facilidad para tu generación a la hora de mostrar vuestra obra, como por ejemplo pueden serlo las redes sociales, ¿te ayudan?
—Me ayuda mucho porque en general me cuesta hablar y entonces Instagram es un sitio donde la gente me puede conocer un poco más y se relaciona conmigo de una forma más cercana. Yo de primeras, al ser tan alta y grande, impongo un poco y la plataforma me permite estar un poco más suelta, hablar con la gente y relacionarme.


En la izquierda, una ilustración de Elise Florentino. A la derecha, la obra ‘E234’ de la serie ‘Margaritas y Malditas II: Zona de Contacto’ expuesta en Pablo de Lillo.
—En tu hacer artístico hay dos líneas muy diferenciadas, la ilustración y el dibujo contemporánea, ¿cómo se desarrollan estas de forma paralela?
—El tema de la ilustración es mucho más gracioso, más light. Es una parte de mí totalmente distinta, suele ser más cercana. La ilustración está hecha para el público y es un producto que se hace para carteles, portadas y ese tipo de cosas. La ilustración es siempre más simple, con colores muy saturados en la que no quieren decir nada, pero por ejemplo en mis cuadros el color sí quiere decir cosas y es parte del lenguaje. Sin embargo, en la ilustración es más juguetón y desenfadado, me gusta mucho acumular, reírme. Para mi, la risa en la ilustración es un elemento fundamental. Lo otro, mis dibujos de sala y galería, es muy serio. Siento que mi ilustración es un sitio donde la gente puede descargar un poco de lo que ve en esos otros dibujos.
—¿Se unifican en algún punto?
—Se unifican en mi forma de trabajar, en cómo llego al proceso y a los temas. Al final son como un vómito de lecturas y de cosas que consumo, tanto en mi ilustración como en mi obra hay literatura por todas partes, hay libros que me interesan mucho y libros que he releído y ahora mismo coincide el tema del rugby en ambas expresiones.
—Tu trabajo pictórico es más serio e introspectivo, ¿desde qué perspectiva?
—Llevo muchos años en terapia, desde 2019, y ha pasado a formar parte de mí y mi discurso a lo largo de mi vida. Ya no tanto del discurso artístico sino de mi existencia, siempre está presente el análisis de mis emociones para intentar gestionarlas o ser mejor persona. El aspecto que siempre está en mi obra es el autoanálisis y en este pasan muchas cosas. Hubo un momento en el que era como me sentía siendo una mujer negra y cosificada y ahora que ese tema lo superé un poco. El tema actual es la autoexigencia y auto percepción, después de haber tragado mucho como me veían los demás, ahora me toca analizar y limpiar un poco esta parte mía.
«Siento que cada persona lleva su mundo personal a rastras: yo sé el mío, pero no sé el de los demás. Eso me causa mucha curiosidad.»
—¿Qué aspectos de la experiencia humana son los que más te llaman la atención para abordarlos?
—Las emociones y cómo transitamos la vida en general, pero como la transitamos desde nosotros mismos, no tanto como convivimos con los demás. Siento que cada persona lleva su mundo personal a rastras: yo sé el mío, pero no sé el de los demás. Eso me causa mucha curiosidad y me gusta compartir mi mundo con los otros. Si no compartimos nuestras experiencias y cómo nos sentimos, podemos hacer sentir a los demás que a nosotros no nos pasan las mismas cosas que ellos viven por dentro. Me parece super importante poner eso en común, por eso me gusta ser vulnerable en mi obra y decir como me siento. Y no solo en mi obra, también en mi día a día. Como yo tengo la pintura y puedo tener la facilidad de expresar estas emociones siento que debo hacerlo. No te voy a decir que es una reivindicación de las emociones, pero si puede caer en un punto reivindicativo de sinceridad, de ser más abierta. En un mundo que estamos todos vendiéndonos e intentado gustar por un montón de cosas que nos ponemos encima, a mí me apetece que me quieran por lo que tengo dentro no por lo que tenga encima o pueda ofrecer en otros aspectos de mi vida.
—¿Cómo plasmas esas emociones en tus obras?
—Intento crear paisajes emocionales en mi obra, primero me empapo de muchas imágenes, películas y libros que tengan mucho que ver con eso que estoy sintiendo y a partir de ahí genero mi universo. Empiezo a bocetear y a hacer distintas cosas que me lleven poco a poco ese universo. Mis universos en general no se hacen en un mes, ni en dos, ni en un año, tengo que pasar mucho tiempo metida en esa emoción para que me salga de forma sincera totalmente.
—Este mes de abril inauguraste tu exposición individual en Estudio Pablo de Lillo, titulada ‘Zona de Contacto’, ¿cómo nace esta colección?
—Es el punto entre mi yo más mental y mi yo más físico. Se llama ‘Zona de Contacto’ porque mientras hacia la serie ‘Margaritas y malditas’, llegó un punto de gran agotamiento y decidí que tenia que hacer deporte. Decidí apuntarme a rugby, no sé, podría haberme apuntado a pilates, pero decidí apuntarme a rugby porque me llama la atención muchísimo, me gusta. Me acababa de leer ‘La Sociedad de la Nieve’ y me fascinó como hablaban del compañerismo y del amor hacia otras personas y pensé «soy una tía bastante egoísta no?; voy a forzarme a ir a un sitio en el que tengas que ser buena compañera y convivir con otra gente». El mundo del arte al final te obliga a estar muy metido en ti y cuando convives con los demás es una forma completamente disfuncional.
Me apunte a rugby en un equipo en el que había gente que hacia rugby desde toda su vida y para mi fue una locura. Mi ser emocional empezó a florar muchísimo, empecé a sentirme super insegura y mientras me sentía super insegura pensaba en plasmarlo de alguna manera. Tenía en casa un diablillo que había empezado a dibujar porque pensé en algún momento de mi vida: “soy de esas personas que salen en las pelis y tienen un angelito y un diablo en el hombro, pero solo tengo el diablo porque solo se decirme cosas horribles a mi misma, entonces voy a dibujar este diablo y este diablo me va a perseguir por el campo de rugby cada vez que me sienta insegura». Al final, acabé inventándome el diablo que esta en un campo, la serie anterior ‘Margaritas y malditas’ ya estaba en un campo y decidí hacer una segunda parte.
Todas estas imágenes me las imagino con la tierra y desde la tierra hacia arriba, porque en el rugby estas todo el día llena de barro, tierra, yerba y así convivía con ese lenguaje que ya tenia. Para mi fue muy frustrante, y también fue enriquecedor: llegaba a casa super relajada, me sentía una tía super fuerte, pero también me sentía muy insegura y llegó un punto que dije no puedo más. Estuve seis meses con la sensación todos los días de «no se qué hago aquí, me siento horrible, fatal, no me he sentido más vulnerable en mi vida»; solo me he sentido igual de vulnerable cuando estaba en la universidad en Santo Domingo, sola y con lo básico, estudiando bellas artes. Aprendí muchas cosas en rugby, pero no lo aguante más.
—¿Qué significa el diablillo?
—Es simbólico, está en los cuadros y todo lo que veas de color rojo intenso es el diablo. Simboliza las inseguridades y el miedo, es esa voz que te persigue y te dice: “eres una mierda y no vales para nada”. Es el síndrome de la impostora que tenemos muchas personas y sobre todo artistas solemos tenerlo. Yo personalmente tengo una percepción de mi obra poco realista, porque noto que los demás me dicen una cosa y yo percibo otra que no es igual de buena.
—¿Son lo que presentas como «Las Erisias»?
—Sí, las Erisias son los diablos, se llaman así porque me imaginé que eran seres del inframundo que andaban con Perséfone. El nombre viene de Eris, la diosa de la discordia, pensé que [las Erisias] serían hijas de la discordia, unos diablos porque son del inframundo. Nacen de la siguiente forma: nace la margarita, crece un higo y este se va transformando en un diablillo, y son muchísimas.
—No es la primera vez que recurres a la mitología griega en tus obras, ¿por qué?
—Me gusta lo que significaba para los humanos cuando se creaba. Ahora lo seguimos haciendo: todo el mundo sigue creando series y personajes, pero de esta forma espiritual ya no se suele hacer tanto. Tenemos nuestra mitología griega, romana, cristiana o la hindú, pero me gusta crear la mía propia. Después de leer tantas cosas y fomentar que mi imaginación vuele, me gusta crear la mía [mitología] para explicar mi mundo. Expresar mis emociones de una manera muy visual me ayuda mucho a entender la vida de una forma bastante visual. Entonces, si personifico mi inseguridad me va a ser mucho más fácil empatizar con ella. Sin embargo, si la veo como algo más metafísico no la voy a acabar de entender.
—¿El proceso de creación de tus obras es terapia?
—Pintar siempre ha sido terapia para mí.
—El texto que acompaña la exposición invita a leerla como un diálogo con lo incómodo y con la confrontación…
—Mi intención es confrontar, es invitar a la gente a que se familiarice con sus inseguridades. Al final, la forma de vencerlas es confrontarlas, es mirarlas de frente y ver que hay para analizarlas y desglosarlas. Cuando era pequeña cogía un gajo de mandarina, lo abría y me iba comiendo las pulpas una a una, lo veo un poco así. A mí me gusta despulgarme, quitarme los bichos. Abrirme y encontrar qué hay, sin miedo.

‘Soy horizontal, pero me gustaría ser vertical’ de la serie ‘Margaritas y Malditas’. En 2024 esta obra de Florentino fue adquirida por el Museo de Bellas Artes de Uviéu
—¿Cómo visualizas esto?
—En general, con el higo. Viene de una alegoría de Sylvia Plath en la que habla de que tiene un árbol de higos y cada uno representa una cosa, un higo representa su necesidad de ser pintora, otro sus ganas de ser atleta y así sucesivamente. Se ve paralizada ante tantos higos y no sabe cual escoger. Yo veo mi árbol con un montón de cosas que quiero corregir y hacer. Es como una pradera, está mi diablillo por ahí, estoy yo y mis personajes. Me van diciendo cosas: «deberías hacer crochet» y de repente viene el diablo y me dice: «no deberías hacer crochet, estas perdiendo tu tiempo y, además, es una mierda». Entonces dejo de hacer crochet y ese higo se cae. Ese tipo de narrativas hay en mi cabeza.
—¿Crees que tu obra puede ayudar a las y los espectadores a ser más introspectivos?
—A quien no sea introspectivo le puede ayudar, pero a quien sea muy introspectivo como yo, no, porque le puede hacer daño. Puede comunicarse conmigo y entenderme, pero pueden sentirse mal. Por ejemplo, cuando leo a Sylvia Plath lo hago con la responsabilidad de saber que me puede generar un daño. Yo tengo compromiso con el sufrir, lo se llevar y tengo herramientas, pero a alguien que no las tenga no le recomiendo mi obra. Se lo recomiendo a quien no tenga mucho contacto con sus emociones, eso sí.
—En qué has evolucionado estos años hasta llegar a ‘Zona de Contacto’
—En la precisión de lo que quiero contar, es menos etéreo y más preciso. Entiendo mucho más lo que quiero decir y eso es lo más importante. Después he conseguido cosas significativas, pero para mí es mucho más importante el cómo me relaciono con mi obra. Me relaciono de una manera más adulta y voy a cuchillo con lo que quiero decir. Ahora pienso las cosas muy en específico, se en el momento que tiene que evolucionar una obra y siento que es más centrada.
—¿Te encuentras en algún proyecto actualmente?
—Ahora mismo sigo con este proyecto, no lo he acabado porque siento que no he dicho todo lo que quería decir ni he hecho todas las obras que quería hacer. Luego estoy haciendo un cómic de forma personal en casa, de forma super tranquila sin enseñarle nada a nadie, por eso no estoy subiendo ilustraciones. Sentía que lo tenía pendiente y mientras puedo hacer esta colección de obra que me llevará un tiempo.