Mientras el FICX se acicala para su gran cita, vamos a recorrer por Xixón otros caminos de la industria cinematográfica que no están iluminados por los focos. Hoy hablamos de doblaje. España es uno de los países más punteros en esta industria y la cuestión no está exenta de debates. Para algunos doblar una película es casi un sacrilegio que desluce las cintas originales, para otros, es una cuestión de accesibilidad y democratización de la cultura, pues con el cine doblado se abren las puertas a un público más amplio. Muchos señalan que es necesario reivindicar el doblaje español para seguir manteniendo una industria que funciona. El negocio está monopolizado por unos pocos grandes estudios y centralizado en ciudades como Madrid y Barcelona, pero hay quien desde la periferia de la costa cantábrica también navega por este mar. Xixón cuenta con dos escuelas de formación para actrices y actores de doblaje: Voices y la Escuela de Doblaje de Asturias y un pequeño estudio localizado en La Providencia cuya actividad está centrada en los audiolibros y la locución publicitaria o corporativa y no en el cine.
Voices es una escuela de doblaje prácticamente nueva, abrió sus puertas en febrero de este mismo año en la calle Libertad. Detrás de este proyecto se encuentra la actriz de doblaje Sara Fernández que vio la necesidad de crear un centro neurálgico del doblaje en Asturies y para fomentar esta profesión dentro de la comunidad y que los aspirantes a actuar con su voz no tengan que migrar para poder hacerlo. Aunque de momento solo es una escuela, la intención de su directora es implantar también un estudio profesional. “Estamos haciendo una red bastante importante con diferentes profesionales para conseguirlo”, cuenta Fernández. Luchar conta los gigantes es complicado, pero todo es posible con empeño y dedicación. La escuela ya está funcionando con excelentes resultados y para que la industria prolifere ahora es necesario captar clientes, es decir, audiovisuales que doblar y constituir un estudio donde hacerlo.
Sara Fernández Suárez, directora de la escuela de doblaje Voices.
“Nosotros no doblamos las bocas, sí que sincronizamos lo máximo posible los movimientos, pero lo que doblamos son los ojos” exclama Fernández. Las profesionales de este «mundillo» en el que Fernández se inició hace seis años reivindican que lo suyo es la interpretación, por eso prefieren el apelativo de «actrices de voz» al de «dobladoras». De la misma opinión es Ana Viñuela, una xixonesa que «cantaba antes de hablar» y ahora pone voz a cientos de personajes tanto en la pequeña como en la gran pantalla. Hacer llegar piezas audiovisuales a un público que no entiende los idiomas originales es el objetivo de su industria y para Viñuela el doblaje es “una forma de sentir o de vivir la vida de los personajes”. Cuando se mete en el estudio siente algo mágico. Primero observa cada detalle de la interpretación de la actriz a la que va a doblar, se emociona con ella, siente lo mismo, lo masca, lo rumia y después plasma todos esos sentimientos en su propia lengua para que otros y otras también puedan emocionarse.
Los grandes estudios de doblaje se recogen entre Madrid y Barcelona, aunque en los últimos años cada vez más ciudades de la periferia dan pasos tímidos en esta compleja industria. Según Viñuela, que trabaja principalmente en la capital, “más que una industria monopolizada, el doblaje está centralizado, aunque cada vez se está descentralizando más, cada vez hay más escuelas en ciudades donde hay estudios”. La del doblaje es una industria de difícil acceso y llena de obstáculos para escalar laboralmente. “Tuve que irme de mi tierra a Madrid sin que nadie me conociera y sin venir recomendada”, recuerda la actriz de voz sobre sus duros comienzos en el sector que ama. “Es difícil, como todo actualmente”, concuerda Sara Fernández. Pero arroja una luz para los que quieran seguir sus pasos. El sector vive un «momento guay” para las voces nuevas ya que la gente que durante décadas dobló a los grandes actores se están retirando, haciendo un hueco para los jóvenes.
Ana Viñuela, actriz de doblaje.
Además de una profesión dura y difícil en lo laboral, se trata de una disciplina artística con una gran carga sentimental. Para Viñuela uno de los retos más difíciles de cada trabajo es que cada vez que se posa ante el micrófono entra en juego su validez como artista, una cuestión muy subjetiva y, a veces, difícil de sobrellevar. Hoy la chica que un día llegó a Madrid sin saber por dónde empezaba la ciudad se ha convertido en una exitosa «Locatriz», locutora, cantantey actriz, que pone voz a anuncios, series, películas y audiolibros y ha sido nominada hasta en dos ocasiones a los prestigiosos Voice Arts Awards. «Con trabajo, dedicación y tiempo se consigue», afirma.
Doblaje sí o doblaje no
Los ataques vienen de todos lados: que si «el doblaje es una contaminación de un producto cultural», que si «empobrece la lengua», que es «una imposición del franquismo», «una forma de alejar a las personas de poder aprender otras lenguas y conocer diversos acentos» o «una pérdida de parte de la esencia original de la obra». Para los críticos la directora de Voices tiene una contundente respuesta: “Tienes una opción en el mando en la que lo puedes poner en versión original si no te gusta el doblaje, lo respeto y estás en tu completo derecho y libertad de verlo en versión original. Pero el doblaje tiene que existir”. Es decir, el doblaje no es una imposición sobre la versión original, sino una alternativa. Viñuela va incluso más allá y piensa que “muchas veces es una labor social” ya que hay personas que se alejan de los productos en versión original por problemas de visión, discapacidad o incluso analfabetismo. Además “es una industria que da de comer a mucha gente”, recuerda Fernández.
Alumnas y alumnos practicando en la ecuela Voices.
A pesar de trabajar en la sombra Viñuela considera que el público reconoce su trabajo y que lo recibe con mucho cariño. Cuando pensamos en Meryl Streep o Leonado Di Caprio una voz inconfundible brota en nuestra cabeza, sin embargo, casi nadie reconocería el rostro verdadero de estas voces «míticas» de nuestro cine. Para los actores de voz la gracia es, precisamente, pasar desapercibidos. “Que se salga de ver una película y no se hable del doblaje es bueno, ha pasado desapercibido y es un trabajo bien hecho” concluye la actriz xixonesa.
No solo sirve para tirar barreras idiomáticas, como Fernández señala, el doblaje permite “hacer local algo que es totalmente extranjero”. Detrás de cada chiste y expresión hay un enorme trabajo para adaptarlas al contexto de cada país sin que pierda su significado original. En España, Homer Simpson se pronuncia con «J» jamonera y cuando se sorprende grita «¡Mosquis!» en lugar de «D’ho». Esa coletilla, fue incluida por la primera voz española del personaje, Carlos Revilla, y es tan icónica como el mismo Homer que habita un Springfield universal gracias a uno de los doblajes más queridos en nuestro país. La cultura del doblaje español tiene raíces profundas y goza de una excelente salud. En los estudios se trabaja a destajo, con un ritmo, quizás demasiado frenético, y con una demanda interminable. Pese a todo, a las críticas, a la centralización y a la precarización del trabajo, para Viñuela y Fernández el doblaje tiene aún muchos años de vida.