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Fernando Castro: «Cuando se empezó a escribir en los blogs vivimos una época dorada de pensamiento teórico crítico»

Profesor acérrimo, crítico de arte, filósofo en las aulas y en las redes sociales, el placentino vino a Xixón a reflexionar sobre la culpa y en el camino hasta aquí pensaba en cuánto han aportado internet a la cultura.

Por Redacción 12grados

Fernando Castro Flórez (Plasencia, 1964), filósofo, docente de vocación y también crítico de arte entre otras muchas cosas. Antepone la docencia por delante de su trabajo como crítico y sobre todo disfruta de la vida. Como filósofo defiende que su disciplina no está muriendo si no que necesita estar más viva que nunca. Tiene una visión positiva de las redes sociales vistas como una sala de exposición y creación de arte porque gracias a ellas la cultura se está democratizando y cada vez apreciamos más la diversidad. Desde hace décadas escribe en periódicos nacionales y ahora también divulga en las redes, en todas. Le gusta, y mucho, Asturies, especialmente Xixón, ciudad en la que quiere retirarse y morir, a pesar de que jubilarse no entra en sus planes. Como cada año, este octubre participa en el ciclo de conferencias en el Museo Nicanor Piñole con una charla titulada ‘La culpa es tuya. Genealogía moral y Estética’.

Fernando Castro durante la conferencia ‘La culpa es tuya. Genealogía moral y Estética’ en el Museo Nicanor Piñole.

-Filósofo, profesor, crítico, divulgador… ¿No se cansa de escribir?

-Llevo 52 libros individuales, más de 400 colectivos y entre 1500 y 2000 catálogos de exposiciones y podría decir que soy un lector profesional por la cantidad de libros que leo que reseño al año. Además, me dedico al comisariado de exposiciones y a asesorar instituciones públicas como el Museo Reina Sofía. No es sacrificio, me divierto mucho haciéndolo. En la vida puedes hacer las cosas aburriéndote o divirtiéndote y yo tome la decisión, hace muchos años, de hacer solo cosas que animaran mi curiosidad intelectual y que me permitieran conseguir un placer estético y, sobre todo intentar colaborar en un mundo mejor.

-Entre tantas profesiones ¿podría escoger solo una?

-Una de las cosas que más placer me provoca es ser profesor. Soy un vejestorio de la docencia, llevo toda mi vida dando clases y es una de las cosas que más me gustan. Podría dejar de hacer comisariado de exposiciones que también me apasiona, de escribir críticas de arte en los periódicos, pero lo que no me gustaría es dejar de dar clase. Cada vez que doy clase digo: “un día más en el paraíso”. A mí no me gusta crear una relación de magisterio como profesores y alumnos y hacer apostolados. Me gusta más sugerir cosas y mostrar territorios, no llevar a la gente de la mano como si fuera un padre y tampoco pastorearlos como si fueran ovejas.

-¿Cómo es el mundo de la filosofía en la era de internet?

-Ha cambiado muchísimo desde la época en la que yo estudié. En ese momento la carrera se llamaba Filosofía Pura y hoy la filosofía es afortunadamente impura. Ha ido abandonando su perfil ultra académico e incluso escolástico. Cuando yo estudiaba excluían o ni siquiera percibían que hubiera una filosofía fuera del mundo académico. Con el tiempo se vio que había una necesidad de acercar la filosofía a la ciudadanía, una democratización del conocimiento. Cuando se empezó a escribir en los blogs hubo una época dorada de pensamiento teórico crítico hasta hoy con la época youtuber o cultuber.

-Después de esa “época dorada de los blogs”, ¿en qué momento se encuentra ahora la filosofía?

-La filosofía se encuentra en un momento con una extraña buena salud. Estamos en una época en la que hace falta filosofía. En una época de catástrofes, violencia, retorno del pensamiento totalitario, en la que se mantiene la homofobia y los feminicidios, la única forma de abordarlos es desde la reflexión. La única forma es, como decía Marx, “que la filosofía atraviese las heladas aguas del concepto para que se ponga en práctica”.

-¿Cómo se adentró en este nuevo ágora, el de YouTube?

-Todo empezó como un pequeño material de apoyo para los alumnos de cursos que imparto en el extranjero. Preparé un video para explicarles la bibliografía que íbamos a utilizar durante el curso, lo colgué en la red interna de la universidad y los alumnos me dijeron que les había tan útil que lo habían compartido con otros que no eran de la asignatura. Luego pensé que podía tener interés en otros alumnos, como los que tengo en España. Un canal en el que lo único que ves es a un tipo como yo, calvo y feo, no tiene ningún atractivo. Lo atractivo es que te interese escuchar hablar de cuestiones estéticas, teóricas, visuales, de reflexiones, de libros y exposiciones. Estoy en YouTube como estuve antes en blogs, en Facebook, Tumblr, he estado hasta en Tik Tok y ahora estoy en la nueva aplicación: Be Real. No soy un tecnófobo, cuando sale cualquier tecnología me gusta experimentar que se puede hacer con esas nuevas técnicas.

-A parte de ser un canal de divulgación, ¿las redes sociales han aportado algo al arte?

-Es un medio en el que el arte y la cultura tienen valor. No es meramente un espacio de amplificación, sino que son lugares que tienen sus propias reglas. En ocasiones estás emocionado porque estás viendo un cuadro de Velázquez y en otras estás en una instalación multimedia. Esa multicanalidad, esa heterogeneidad, esa diversidad son una forma de democratización. Todo eso nos está enseñando a respetar la diferencia y a disfrutar de lo diferente. Nos está enseñando una cultura que sea un espacio de lo común y no de lo propio.

-¿Internet ha acercado el arte a los jóvenes?

-Por supuesto, muchos de ellos y porque lo veo en mis alumnos, han conocido todo culturalmente principalmente a partir de las redes. Es un espacio propiamente pornográfico, pero no en el sentido negativo, sino de detalles y de todo tipo de circunstancias. La gente de esta generación a la que yo también pertenezco, aunque tenga otra edad, vemos las cosas a través de las pantallas, de los teléfonos móviles y de nuestros ordenadores. Para mucha gente su relación con el arte es esa y, además, es lógico que así sea. Hoy en día la propia vivencia está filtrada por códigos de la red y para mí es fundamental que lo virtual se entrelace constantemente con lo real.

Cartel promocional del ciclo de conferencias ‘Por mi culpa. Por mi grandísma culpa’.

¿Cómo se produce esa interacción entre lo virtual y lo real?

-El otro día, en el aeropuerto de Madrid antes de coger el avión para venir a Asturias, me he escuchado una excepcional conferencia de una alumna doctorada de mi universidad sobre el tema de la conferencia de hoy, la culpa, y he pasado un rato excepcional. De repente estás en un lugar donde lo único que haces es meterte en las tiendas, ver la ropa horrible de estas, echarte 14 colonias, comprarte un bocadillo de jamón… y de repente he dicho, me voy a olvidar de donde estoy, de este horrendo espacio que es un aeropuerto y me pongo a escuchar una conferencia sobre el concepto de culpa desde Grecia hasta el presente. Eso para mí eso es excepcional.

-Sobre la culpa vino a hablarnos a Xixón. ¿Por qué “la culpa es tuya”?

-La culpa es tuya es un pequeño recuerdo de que todos de pequeños no queremos reconocer las cosas que hemos hecho. Cuando nos riñen, la culpa nunca es nuestra, siempre es de otro. Echamos el muerto a otro. A veces la culpa incluso es de los objetos, por ejemplo, de un jarrón que se ha roto. La culpa es un gran motor de los comportamientos históricos, sociales, individuales y colectivos.