A partir de 2023, Japón empezará a verter al Pacífico más de un millón de toneladas de agua procedente de la central nuclear de Fukushima, que fue destruida por un tsunami en 2011. El líquido ha sido tratado pero aún mantiene ciertos isótopos radiactivos.
El vertido, según ha explicado Tokio, se desarrollará muy poco a poco, a lo largo de 30 años. El proceso se llevará a cabo “con todas las medidas posibles para garantizar su seguridad y con la mayor transparencia”, según ha prometido el primer ministro nipón, Yoshihide Suga.
Sin embargo los países vecinos han criticado el anuncio. Corea del Sur convocó al embajador nipón en Seúl para expresarle sus “graves preocupaciones”. Taiwán ha emitido un comunicado de condena y China ha calificado la iniciativa japonesa de “extremadamente irresponsable”.