«Reivindicamos un uso SOCIAL, no solo cultural, de Tabacalera Gijón». Así comienza la carta que desde la víspera del día de Reyes cuelga frente al muro de la Tabacalera en la plaza Periodista Arturo Arias, más conocida como El Lavaderu. Junto a la carta, que expone los motivos de la petición, reposan letras coloridas y decoradas a mano que forman las palabras: Centro SOCIOcultural. Esta acción promovida por Ana González Ferrero, ‘Anina’, responsable de la Casa de la Memoria, y un grupo de vecinas de Cimavilla y simpatizantes de la causa, es una más de las múltiples iniciativas desarrolladas por la ciudadanía para que el edificio abandonado de la Tabacalera se convierta en un espacio que de servicio al barrio. Al contrario que otros barrios, Cimavilla no cuenta con un Centro Municipal Integrado en el que se desarrolle la actividad vecinal, por eso reclaman que en la reforma de Tabacalera se destinen espacios a una pequeña biblioteca, una zona donde leer periódicos y salas para que las vecinas se reúnan y organicen actividades, tal y como hacen los vecinos de La Calzada en el Ateneo Obrero o los del Coto en el centro de la Plaza de la República.
Los participantes de la iniciativa posan con las letras que han realizado frente a la Casa del Chino, donde se organizan antes de ir a colgarlas.
«Cimavilla cayó en picado cuando se cerró Tabacalera», relata Sandra Vega, que este año se ha encargado de elaborar la letra U utilizando cartón, porexpan y pintura. Es hija de una de los miles de cigarreras que trabajaron allí, las que durante décadas se convirtieron en un elemento esencial del barrio. No solo iban a trabajar, sino que frecuentaban sus bares y sus tiendas, impulsaban actividades culturales e incluso protagonizaron la primera huelga femenina de Asturies convirtiéndose en un agente fundamental de la lucha obrera en Xixón. La fábrica echó el cierre definitivo en 2002 tras más de 150 años de actividad y con ella muchas de las ventajas que había llevado al barrio. Ahora, las vecinas que tomaron su relevo como dinamizadoras de la vida social y cultural se reúnen en la Casa del Chino. En este emblemático enclave manejan una pequeña biblioteca y realizan sus reuniones, pero “cada vez que se organiza siquiera una chocolatada o una comida tienen que hacerlo en la calle porque no hay sitio”, relata Anina. Las personas que levantan la asociación vecinal lo hacen en sus ratos libres por lo que la Casa del Chino solo puede abrir unas pocas horas. Contar con un espacio en Tabacalera supondría tener trabajadores municipales a cargo del espacio para que la biblioteca o sala para leer periódicos funcionen de forma regular.
Sandra Vega se saca una foto con su letra frente al edificio de Tabacalera
«Llevamos cinco años colgando las letras y hace dos decidimos que era necesario resaltar la palabra ‘socio’ y por eso hemos hecho las letras más grandes que el resto. Para nosotros lo más importantes es que la reforma de Tabacalera la transforme en un espacio social, no solo cultural», prosigue Anina. Cimavilla es un barrio con muchas carencias. Además de un CMI, tampoco hay Centro de Salud y sus habitantes tienen que desplazarse hasta Puerta de La Villa para recibir atención médica. Los establecimientos comerciales de la zona se cuentan con una mano: apenas dos carnicerías, una tienda de ultramarinos, un quiosco y no hay pescadería. La comisión de festejos del barrio, que organiza una de las fiestas más famosas y carismáticas de la ciudad, trabaja en condiciones muy precarias para poder engalanar las calles porque tras años pidiéndolo ningún gobierno municipal les ha cedido un espacio digno donde construir sus decoraciones.
Todas estas necesidades del barrio surgieron durante el proceso participativo que se llevó a cabo en 2017 para decidir los futuros usos que podrían darse a la Fábrica de Tabacos. “Son muchos los problemas de este barrio por eso somos realistas. Sólo pedimos que dentro de la reforma se incluya un espacio social para las vecinas”, insiste Anina. Tras intensas jornadas de reuniones las vecinas y otros participantes como artistas o personas asociadas al Festival Internacional de Cine (FICX) elaboraron una propuesta que presentaron al Ayuntamiento: crear un centro que combine la labor social y la cultural. Sin embargo, en los planes del consistorio para Tabacalera, este aspecto social y de servicios nunca ha sido incluido y pretenden dedicar los 6.400 metros del edificio a instalaciones museísticas y turísticas, así como oficinas municipales.
Una década de propuestas para Tabacalera
«Los usos propuestos por el consistorio no tienen para nada en cuenta el proceso de consulta llevado a cabo en el 2017», prosigue la carta instalada junto a las letras. Esta afirmación remite a una consulta pública promovida durante la legislatura presidida por Carmen Moriyón, de FORO. El objetivo de aquella encuesta era conocer los usos que la ciudadanía quería darle al edificio de La Tabacalera. Los resultados fueron contundentes: el uso museístico era el que menos interesaba. Del museo ya se había comenzado a hablar en tiempos de Paz Felgueroso (PSOE), cuando se hicieron los primeros estudios del edificio descubriendo en el 2006 restos arqueológicos romanos. En 2012, ya durante el Gobierno de Moriyón, se truncó el primer proyecto para la conversión a espacio museístico por la falta de financiación. Comenzaba así la historia de una reforma marcada por los parones, los retrasos y diversos problemas.
En el año 2016 los vecinos de Cimavilla y colectivos artísticos se juntaron para formar la Plataforma Tabacalera Gijón que se reunía en la sede de la Casa del Chino para discutir los usos más interesantes para uno de los edificios más emblemáticos del barrio alto. Entre las 150 personas que integraron la agrupación se encontraban Anina, Sandra Vega y varias de las personas que sumaron una letra a la acción de la víspera del Día de Reyes. El Ayuntamiento se puso en contacto con el colectivo dando lugar a unos meses marcados por la ilusión en los que se llevó a cabo la citada consulta de participación ciudadana. Una vez publicados los datos de la consulta la Plataforma decidió realizar una propuesta de Plan de Usos (se incluye en los enlaces de este artículo). Aquel plan conjugaba los distintos intereses que pendían sobre las ruinas de la Tabacalera. El espacio museístico que proponía el consistorio, salas de exposición y talleres para la creación artística que buscaban muchos de los artistas que se sumaron al movimiento, una zona para el FICX y un mercado con productos de proximidad y espacios polivalentes que saciasen las necesidades de las vecinas y vecinos de Cimavilla.
Anina durante la acción del 5 de enero
El plan de la Plataforma se presentó en 2018, pero ya en aquel momento personas como Anina comenzaron a dudar de las intenciones del consistorio. Las obras de reforma que habían comenzado en 2010 se llevaron por delante piezas del complejo con valor patrimonial. «Se han tomado decisiones arquitectónicas encaminadas para un uso concreto, cuando el proceso para concretar ese uso está todavía abierto«, señalaron los portavoces del colectivo en aquel momento. El gobierno de Moriyón no llevó a cabo dicho plan y cuando Ana González le tomó el relevo se lanzaron a la redacción de un nuevo Plan de Usos sin tomar en consideración las propuestas de la Plataforma. Nacía el proyecto Tabacalera Espacio Cultural Contemporáneo (TECC) un complejo museístico que utilizará el edificio histórico y una ampliación. Pretende albergar una exposición de 4.000 piezas de los fondos artísticos municipales, un espacio expositivo junto al centro de interpretación de los restos arqueológicos hallados en el edificio, una zona para residencias culturales y un espacio escénico, además de locales de ensayo. El edificio de nueva creación se destinará a las oficinas de festivales como el FICX o FETEN, salas de ensayo y un estudio de grabación. Después de tres años de retraso, las obras darán comienzo este 2023 y, según el plan, deberían terminarse en 2027.
Tras el esfuerzo de 2016 a 2018 la Plataforma se fue disolviendo. «La gente se quemó. Al final da igual quien gobierne, no van a respetar las ideas que salieron del proceso participativo», comenta Anina con hastío, pero aún con ganas de seguir reivindicando lo que considera justo. «Por eso pensamos en hacer esta acción», relata refiriéndose a las letras y la carta que colgaron en la valla junto a la Tabacalera, «para seguir reivindicando la necesidad de un Espacio SOCIOcultural y que, al menos, alguien que pase por aquí y se fije se interese por lo que está pasando», finiquita.
Foto de Cimavilla en una de las letras de la instalación
David contra la gentrificación
Para estos vecinos y amantes de Cimavilla, el cisma de La Tabacalera es uno más de los problemas de un barrio que desde hace dos décadas sufre un acelerado proceso de gentrificación y así lo reflejan en su carta: «Tememos que más que un motor capaz de dinamizar el barrio, la fábrica de Tabacos se convierta en el motor de una gentrificación y turistificación imparables, con la pérdida de identidad y autenticidad que ello conlleva.» Tras la desaparición de la industria y de las actividades económicas tradicionales del barrio como las pesca, Cimavilla se transformó en un oasis para restaurantes y hoteles y, más recientemente, pisos de alquiler temporal. Mientras se multiplican las atracciones turísticas desaparecen los espacios que dan servicio a los vecinos y comienza a subir el precio de la vivienda. Finalmente, sus habitantes tradicionales se ven obligados a desplazarse a otras zonas de la ciudad dejando más casas vacías que muy probablemente acaben sumándose al tejido de pisos turísticos.
El ejemplo más reciente de esta tendencia es la inminente demolición del edificio de la Autoridad Portuaria, situado en El Muelle, para la construcción de un hotel de lujo. Para que esta obra pueda llevarse a cabo el consistorio retiró la protección del patrimonio que obligaba a salvar la fachada de uno de los últimos vestigios del pasado industrial del antiguo puerto de Xixón. Además, en los últimos años este edificio se convirtió en un pésimo taller en el que la Asociación de Festejos de Cimavilla construía y almacenaba las decoraciones con las que visten las calles cada septiembre durante la fiestas del barrio. El espacio estaba lleno de goteras, pero aún tras años reclamando otro lugar era el único que el Ayuntamiento les había cedido. Ahora ni contarán con él ni el Plan de Usos de Tabacalera ha reservado un espacio para ellos como propuso en 2018 la Plataforma. «Luego cada vez que se hace una campaña turística se ponen fotos de las fiestas de Cimavilla pero el Ayuntamiento no mueve nada por los vecinos que las llevan a cabo con su propio tiempo y dinero», denuncian desde el barrio.
Decoraciones de las fiestas de Cimavilla hechas por los vecinos
La gentrificación es, hasta cierto punto, inevitable. Pero este grupo de luchadores armados con letras de colores considera que «hay maneras y maneras de hacer las cosas». Creen que en el momento en el que ya no queden vecinos de Cimavilla, que todo sean residentes temporales que quieren disfrutar de la bohemia del barrio histórico, desaparecerá precisamente aquello que hace atractivas a sus calles. El barrio y la tradición se diluirán bajo nuevas fachadas y solo quedará un decorado para postales turísticas. Por eso resaltan la idea de Tabacalera como Centro Social, un lugar donde puedan convivir actividades más enfocadas al visitante, como espacios expositivos o una oficina de turismo, y un espacio social para que los habitantes del barrio vuelvan a sentirse parte de sus calles.
Carta de los vecinos colocada junto a las letras