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La Crítica: ‘Todas las Hijas’, cinco retratos de la experiencia femenina

Un año más el Jovellanos celebra el 8M con el ciclo de teatro en el que las mujeres son dramaturgas, directoras y, ante todo, protagonistas.

Por Pau González

Cinco son los espectáculos que proponen en su programación este 2024 el ciclo de ‘Mujer’ del Jovellanos. ‘Todas Las Hijas’, bajo la dirección de Andrés Lima, es la primera obra que inaugura el ciclo. La siguen ‘Contracciones’, con Candela Peña y Pilar Castro como gran reclamo, y ‘Yo La Quería’ de la compañía asturiana Higiénico Papel Teatro. También se podrá disfrutar de ‘Odisea’, espectáculo de danza dirigido por María Rovira. Cierra ‘Lorca Sonoro’, donde Pasión Vega crea un recorrido musical y teatral que revive al autor.

Haciendo buen uso de la palabra ciclo, de la misma forma que Lorca lo cierra también lo abre. ‘Todas las hijas’, toma como punto de partida el ensayo de una de las obras sobre mujeres más emblemáticas de la literatura dramática española, ‘La Casa de Bernarda Alba’. La coproducción de Teatro Arriaga y Erre Produkzioak tira abajo la cuarta pared para que cinco actrices hablen al público directamente sobre sus miedos, sus traumas y su dolor. También para que rían con ellas. La acción alterna fragmentos de la obra que ensayan, relatos de sus vivencias como mujeres, como hijas, directamente a público y momentos de vínculo entre ellas que hacen las veces de alivio cómico.

El espacio escénico se compone de cuatro estructuras de madera móviles con una tela de proyección que van cambiando de posición por el espacio. A veces, actúan de paredes delimitando el espacio. A veces, con ayuda de la iluminación, transforman a las actrices en la silueta de sus personajes lorquianos. El espacio sonoro toma protagonismo durante toda la función. En ocasiones, quizá lo hace de forma excesiva impidiendo escuchar bien los diálogos de los personajes. Pasos, música, voces en off e incluso canciones en directo acompañan al espectador. Aunque el espacio, visiblemente, intenta ayudar al público a situarse en la acción, a veces resulta confuso y este pierde en la narrativa. «No llegué a conectar del todo. No entendí muy bien qué querían hacer. Es como si no hubiese transiciones, de hecho no había transiciones. Estaban las amigas hablando de sus movidas, de repente ensayaban, de repente te estaban contando otra cosa. De repente, la que estaba embarazada ya no lo estaba y no te dicen porqué», comenta Inés González, de 27 años al salir de la sala.

El texto de David Caiña repasa varias historias universales que las mujeres vivimos en la sociedad patriarcal retratando diversos perfiles de hombre que pasan y perturban las relaciones de estas mujeres: el miedo a oír pasos por la calle; la pareja narcisista —llamado en la obra hombre araña—; la pareja cuyo propio complejo de inferioridad resulta en violencia hacia su pareja —el hombre invisible—; el abuso infantil; la relación madre-hija; el deseo, o no deseo,  de ser madre; el sexo y los orgasmos femeninos que en su mayoría son de descubrimiento tardío. «Había temas muy vistos con temas demasiado complejos y metafóricos como el del ‘hombre invisible'», prosigue pensativa Inés, «quizá es que soy un público más joven y no son temas que me toquen tanto, al menos como están planteados». Carmen Cuervo-Arango, su madre, sí se sintió identificada con más tramas: «Con la trama de la madre yo empaticé mucho porque vivo una situación parecida. Es una mezcla de tener una madre mayor, cuidar de ella con Alzheimer. Tienes una sensación de amor odio. Porque por un lado la quieres muchísimo pero por otro me quiero liberar para vivir mi vida plena el tiempo que me quede sin esa carga física y emocional».

Madre e hija sí coincidieron en resaltar la frescura de la interpretación de Vito Rogado, aunque la trama de su personaje, el abuso sexual infantil «está demasiado enfatizada y repetida» durante la obra. Destacó también una sublime Ane Gabarain, cuya trama en torno a los cuidados a madres dependientes estaba más desarrollada y tratada con el mimo del que quizás carecieron otras. «Creo que era una cuestión de la dirección. Se veía que eran buenas actrices pero estaban desubicadas todo el tiempo. Me faltó ver más de ese vínculo entre ellas; se explotó muy poco y me pedía más«, añade Inés. Aún con todo, Carmen se fue del Jovellanos con ganas de más. «No pensé que iba a acabar, pensé que iba a seguir. Me quedó el final muy cortado, hubiera necesitado un poquitín más de tiempo para ver las situaciones de ellas. A mí me gustó, me mantuvo la atención y me sentí identificada», reflexiona.

Así como las cinco mujeres a las que dieron vida las actrices sobre el teatro, madre e hija comparten vivencias en el mundo y contrastes marcados por el paso del tiempo y las generaciones que las atraviesan que coinciden con dos formas diferentes de conectar con la obra. Por suerte, tanto Carmen como Inés, podrán disfrutar aún de un ciclo entero para saciar ese ansia de teatro que les dejó el final. Cada fin de semana hasta el 23 de este mes, nuevas propuestas tratarán de emocionar al público y remover sus inquietudes feministas.


Descubre el Ciclo de Teatro 'Mujer'