12grados

Sin cookies. Sin anuncios. Sin coste.

Oasis, la discoteca de los mil y un recuerdos

La sala de fiestas, que cerró sus puertas en 2014 para dar paso a un McDonald´s, fue testigo de la juventud de muchas generaciones y hoy su letrero apagado se muestra en una exposición de Pablo Basagoiti.

Por Redacción 12grados

Dice la costumbre que no desaparece definitivamente aquello que se va, sino aquello que se olvida. Mientras esté presente en la memoria de los vivos, sus historias sigan compartiéndose y su mención evoque sentimientos, aun carente de presencia física, ese algo continuará vivo. La discoteca ‘Oasis’ perdió su cuerpo y sobre sus cenizas se levantó el símbolo de un mundo nuevo. Hace 8 años que las palmeras de neón que anunciaban su presencia se apagaron por última vez para dejar sitio a la gigantesca ‘M’ amarilla de la hamburguesería McDonald’s, pero para la mayoría de los xixoneses la palabra ‘oasis’ sigue sonando más a una noche de fiesta que a una selva en el desierto. Los nacidos en el siglo XX, por haberla pisado. Las generaciones más jóvenes, por haber escuchado las anécdotas de aquel lugar donde surgieron amores, nacieron amistades y otras tantas se diluyeron en alcohol y bailes. Sea como sea, la finca de la carretera Piles-Infanzón seguirá conociéndose como «la del Oasis». El fotógrafo Pablo Basagoiti pasaba por allí el día en que se hacía oficial la muerte anunciada del establecimiento y decidió retratar el cambio de era, de discoteca a establecimiento de comida rápida. Hasta el próximo 6 de noviembre, las últimas fotografías del ‘Oasis Club’ pueden verse en la sala 1 del Centro Cultural Antiguo Instituto.

Pablo Basagoiti junto al letrero original del Oasis en la exposición.

Abrió sus puertas el 6 junio del año 1955. Aunque se denominaba ‘sala de fiestas’ por aquel entonces no hacía las funciones de discoteca, sino de club social, con restaurante e incluso competiciones deportivas. No obstante la pista de baile ya estaba presente y las tardes noches acogían conciertos de las promesas de la música española del momento. No fue hasta la década de los 70 cuando se convirtió en un local de fiesta y ocio nocturno. Sus casi 2500 metros cuadrados de terreno, una gran sala dividida en dos zona y su mítica terraza vivieron una época dorada en los 80 y 90 y sobrevivieron a los 2000 y ya, tras reinventarse como discoteca lowcost en 2012, solo duró 2 años hasta que el local fue cerrado y listo para ser demolido. Dentro de él, millones de historias.

Anuncio publicado en el diario ‘La Voluntad’ el día 5 de junio de 1955. | Fuente: Hemeroteca de Gijón

En los años 70 el empresario Emilio Garciablanco del Val tuvo una visión, convertir el local que regentaba en una discoteca. Siguió contratando a grupos que triunfaban en la época pero la juerga duraba un poco más, para ser exactos, solo se acababa después del amanecer. Luis Ángel Menéndez recuerda bien aquellos locos años 80 de su etapa universitaria en la que no se perdía un sábado de concierto en el Oasis. Cogía su bicicleta y pedaleaba hasta el local de los arcos árabes para ver a ‘Los Secretos’, ‘Burning’ o ‘Mermelada’. Cuando le llegó la mayoría de edad su hermano pequeño Eduardo se sumó a la fiesta cada verano. Del Oasis, al Jardín y al Tik, para estos hermanos aquellos fueron los años dorados de la noche xixonesa. Ya no queda ninguno de aquellos inmenso locales de la zona este de la ciudad que contaban con terrazas y diversas salas. El ocio nocturno se ha replegado en los al rededores del puerto deportivo, encajonado en locales pequeños y oscuros que los días de fiesta se llenan a reventar.

Arriba el carnet de socieos del Oasis en los años 80. Abajo una «invitación especial», ambas expuestas en la muestra ‘MacOasis’.

Los más jóvenes ya no conocerán cómo eran aquellos salones de fiesta que tan poco se parecen a los que quedan hoy, pero la última generación que vivió el Oasis la recuerda bien. Cuando Alina García y Natalia Fernández empezaron a salir en los 2000 la música ya había cambiado y en la sala sonaban ritmos latinos y pistas ‘tecno’ pero el espíritu fiestero se mantenía. Pasaban la noche bailando hasta que sonaba el tema electrónico de los 90 ‘Yo lo que quiero es irme de fiesta’. El DJ la pinchaba siempre a la misma hora y ellas sabían que era el momento de volver a casa. Pero antes de que la fiesta terminara, las paredes de aquel local fueron testigos de cientos de romances. La propia Natalia Fernández no solo recuerda el Oasis como su primera discoteca, en aquella pista de baile conoció a su primera pareja y sellaron el encuentro con un beso.

Uno nunca sabe dónde puede encontrar el amor y del 50 al 2014 muchos se tropezaron con él en esa misma discoteca. En los 80, María del Mar González iba allí todos los sábados por la tarde con amigas. Un día llegaron y estaba sonando música lenta, por lo que se sentaron y decidieron hacer una apuesta: salir a bailar con el primer chico que se lo pidiese fuese quien fuese. Y apareció Armando Pérez. Después de un bailoteo, invitó tanto a ella como a otra amiga a ir a tomar algo, y al despedirse, le preguntó si quería volver a verse con él al día siguiente. González dudó, pero finalmente aceptó la propuesta. Lo que no se imaginaba mientras miraba aquel chiquillo es que se convertiría en el hombre que casi cuarenta años después duerme a su lado.

Fiesta erótica en el Oasis, verano de 2006. | Foto de Pablo Redondo

Conciertos, fiestas de facultades universitarias o incluso una alocada fiesta «erótica» con gogós y baños de barro en el 2006, en el Oasis se celebraron muchos eventos memorables, pero ¿cuál fue la mejor?. La respuesta es casi unánime, como si se tratase de un mandamiento, todos los que la vivieron dirán que fue, sin duda, la fiesta de la espuma. Cada verano en Xixón los jóvenes esperaban el día en que un gran cañón en la terraza del local iba inundándolo todo, dejando a los presentes empapados pero felices. «Cuando volvías a casa ‘pingando’ y aún con espuma y te cruzabas con gente a nadie le parecía extraño porque todos sabían de donde venías», recuerda Natalia Fernández.

En 2012 Emilio Garciablanco del Val hizo la última apuesta por mantener vivo este histórico local xixonés, reconvirtiéndolo en una discoteca low-cost. A los dos años llamó a su puerta una oferta irrechazable. La cadena McDonalds estaba interesada en comprar aquel terreno que nunca volvió a recuperar el esplendor y la rentabilidad económica de las que había gozado durante en siglo pasado.

Los jóvenes siguen siendo los mayores frecuentadores de la zona, pero ya no se acercan a la barra para pedir canciones, sino un combo BigMac de hamburguesa y patatas. Quizás entre las mesas de madera y los sobres de kétchup también surjan amores y recuerdos inolvidables en el nuevo local, pero tendrán difícil competencia con los que se forjaron en aquella institución de la noche xixonesa. «Es una pena que ya no exista. Creo que hizo historia en la ciudad», comenta María del Mar González. Eduardo Menéndez, aquel que los veranos seguía a su hermano en bicicleta, considera que hoy en día «no hay cultura de discoteca, porque todos los pubs que hay son como discotecas en miniatura, no es lo mismo». Comparte la misma opinión Alina García, de la última generación del Oasis, que observa cómo la gente ahora «prefiere moverse por los bares de una misma zona y no salir de esa zona de confort» y opina que una discoteca como tal si sería necesaria en Xixón. Lo mismo que su amiga Natalia Fernández, que cree que las fiestas tanto del Oasis como las del El Jardín tenían «ese aura especial» que solo una discoteca real puede conseguir.

Fotografía de Pablo Basagoiti de la entrada del Oasis.

Pablo Basagoiti permitirá a todos estos nostálgicos volver asomarse a la antigua sala en una modesta exposición en la Sala 1 del Centro de Cultura Antiguo Instituto titulada “Mc Oasis Ref. Cat.: 7046016 TP8264N». Esta pequeña muestra recoge fotografías de la discoteca previas a su demolición como también imágenes del actual McDonald´s. Basagoiti observa este cambio como un efecto más de la globalización y le gusta pensar que, a través de estas imágenes, las generaciones futuras podrán descubrir lo que había en nuestra época como nosotros descubrimos mediante distintos medios lo que había en las anteriores a nosotros. Las estrellas de la exposición son el letrero original del ‘Oasis’ y la palmera de neón que durante tantos años iluminaron la entrada al local. Haciendo referencia a su inspiración decorativa y de nomenclatura árabe, la publicidad en los medios para su apertura iba liderada por el lema «Como arrancado de las mil y unas noches, Oasis Club viene para su diversión». Fueron más de mil y una noches de diversión. Fueron 59 años en los que hubo risas, música, copas, amistades, amores y mucha mucha espuma. El legado del ‘Oasis’ continúa, porque aquellos que se van haciendo mayores y adoptan esa manía de encadenar anécdotas que se acentúa con los años, no dejarán que los jóvenes de ahora olviden que donde se comen un ‘Mcmenú’, ellos vivieron una de las mejores etapas de su vida.