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Recorriendo el patrimonio industrial de Xixón: la ciudadela de Celestino Solar

Durante 130 años decenas de vecinos habitaron las casas escondidas en el interior del Martillo de Capua, hoy convertidas en museo.

Por Redacción 12grados

En el número 17 de la calle Capua se esconde un museo único: la ciudadela de Celestino Solar. Este complejo formado por 24 casitas y escondido dentro del conocido como ‘Martillo de Capua’, es uno de los elementos más importantes del patrimonio industrial de Xixón. Al igual que las termas romanas de Campo Valdés son el vestigio de los primeros habitantes de la villa, este patio singular es testigo de la revolución industrial y las políticas urbanísticas que transformaron por completo la ciudad y cuyas consecuencias aún se encuentran presentes su trazado actual.

Patio pequeño de la ciudadela en el que se ven las casas reconstruidas.

En el año 2002, una joven recién titulada en historia recibió el encargo de investigar las ruinas del interior de la manzana más antigua L’Arena que, por múltiples azares, se habían salvado de la especulación urbanística. La investigadora era Nuria Vila, actual documentalista del Museo del Ferrocarril, gracias a cuyo trabajo y con el impulso del grupo de Izquierda Unida de aquel entonces, hoy existe un Xixón un museo a través del cual los visitantes pueden viajar al pasado. La intervención que siguió al estudio se encargó de reconstruir algunas de las casas para darles su aspecto original y de otras se preserva únicamente el esqueleto. En parte de las casas reconstruidas se organizan exposiciones sobre la historia industrial de la ciudad y la región. El interior de una de ellas ha sido recreado según los recuerdos de una de sus últimas habitantes. En otra, aún se pueden escuchar las voces de las últimas inquilinas a las que Vila entrevistó para reconstruir la historia de este patio xixonés.

La ciudadela la levantó el indiano Celestino Solar en 1877, al albor de la revolución industrial que atraía miles de trabajadores a la ciudad que necesitaban un lugar barato donde alojarse. La obra creó 24 casas pequeñas, de entre 38 y 28 m2, que constaban de una sala, dos habitaciones y una cocina, dispuestas en hilera en torno a un patio grande y un patio pequeño. Solo los más afortunados, tenía más de una ventana en las casas, pero ninguno tenía baño. Los retretes se encontraban fuera, en los patios, y solo en 1957 tuvieron agua dentro del complejo gracias a la instalación de una fuente. En los años de Celestino la ciudadela estaba abierta a la calle, pero en cuanto Xixón empezó a pujar por convertirse en un destino turístico, los terrenos cercanos a la playa de San Lorenzo se revalorizaron y los promotores urbanísticos no tardaron en construir edificios altos alrededor de estos vecinos que quedaron atrapados en el interior de la manzana.

Plano de la ciudadela de Celestino Solar en 1957. También se aprecia otra ciudadela, la de Jacobí, que hoy es un garaje.

Desde principios del siglo XX la ciudadela fue considerada una vivienda insalubre, lo que hoy conocemos como infravivienda, pero las diversas ordenanzas del consistorio por higienizar estos espacios, apenas consiguieron que se añadiese un tragaluz en los tejados para mejorar la ventilación del interior. Las estrecha relación entre los propietarios y rentistas de aquella época y de los legisladores la ciudad habrían impedido cualquier intervención radical. La propia evolución histórica debería haber terminado con la ciudadela. Hacia los años 30 los obreros empezaban a disponer de mejores salarios y acceder a viviendas en mejores condiciones en los barrios de trabajadores, pero llegó la guerra. Muchos de los que habían salido, volvieron a la ciudadela. Durante la posguerra Franco congeló los alquileres “lo cual ahora nos parece una grandísimo negocio y desde muchos sectores progresistas se solicita y hay que tener mucho cuidado. Lo que ocurre es que a los propietarios no les deja de interesar alquilar porque no pueden subir la renta y los edificios se van degradand de una forma tremenda porque pasan de ellos, no les interesa intervenirlos”, advierte Vila.

De esta manera, la ciudadela de Capua siguió habitada hasta convertirse en un anacronismo en los años 70. Las mujeres, siempre más precarias que los hombres, que durante años habían pagado una renta antigua no se podían permitir un alquiler moderno. Y allí se quedaron hasta que la última vecina falleció en el 75. La historia de la ciudadela está profundamente ligada a las mujeres y fueron ellas quienes organizaron la resistencia cuando Construcciones Moro compró el terrenopara levantar en él un gran complejo urbanístico. “Pero ocurren varias casualidades. Moro muere en un accidente de tráfico y al tiempo llega la democracia que anula los acuerdos de la dictadura”, relata Vila. La ciudadela no se tira y en los 80 comienza a convertirse en un entorno marginal hasta que el Ayuntamiento decide tapiarla. Las casualidades, las luchas vecinales y el trabajo del grupo que se propuso recuperar este espacio en los 2000 ha permitido salvar una parte importantísima del patrimonio industrial de Xixón que todo el mundo puede visitar hoy de forma gratuita. De martes a domingo entre las 11.00 y las 19.00 horas.

A la izquierda, estado actual de la calle Garcilaso de la Vega. A la derecha, entrada de la ciudadela de Ceferino Cerra localizada en esa zona entre 1898 y 1990. Foto tomada en 1963.

Como sucede con la mayoría de las historias pequeñas, esta tiene un eco universal, pues la ciudadela de Capua no fue la única de su clase que existió en Xixón. Se han contabilizado más de 200 y algunas de ellas estuvieron habitadas hasta bien entrados los años 70 del siglo XX. Aunque, tal y como señalan historiadores como Vila, durante muchos años se ha “desatendido” esta parte de nuestra historia reciente, el Xixón industrial y las ciudadelas han dejado huellas que aún podemos identificar por toda la ciudad. Cuando entre dos edificios del Centro se forma un hueco extraño, como si le faltara algo, seguramente ese vacíosea el vestigio que dejó uno de estos patios. Es el caso de la calle Garcilaso de la Vega, entre cuyos números 7 y 9 existió una ciudadela habitada hasta los años 80. También persisten restos en el barrio de Cimavilla, dentro del llamado callejón de las fieras se esconden dos casas en ruinas. Más interesante aún es el caso de lacalle Emilio Tuya, donde una manzana aún alberga una casa oculta que sigue habitada. Y en el barrio del Natahoyo, detrás de la explanada de la Semana Negra, aún se preserva un intrincado complejo de callejuelas y casas en su mayoría abandonadas, entre las que se esconde la ciudadela de Miyar. Al contrario que la ejemplar recuperación que se hizo de la de Capua, el patrimonio de este barrio está totalmente destruído y olvidado.

El cuadrado amarillo señala el chalé oculto en la calle Emilio Tuya.

Estado actual de las ruinas de la ciudadela de Miyar. Hasta hace unos 6 años aún residía en ella una mujer, depués ha sido ocupada en diversas ocasiones